40 tesis sobre IA, ética y humanidad

Las tesis que se exponen seguidamente son una síntesis o resumen de los contenidos del libro IA – Ética, Androides y Humanidad, y tienen por objetivo abrirlas al debate y la participación de cuantos puedan contribuir con sus propios conocimientos a nuestra mejor comprensión de los temas tratados en el libro. Entendiendo que es objetivo de todos hallar respuestas y soluciones a los grandes interrogantes y retos que representa el surgimiento de una Inteligencia artificial que puede llegar a ser superior a la nuestra en muchos aspectos.


Las aportaciones pueden enviarse por correo electrónico a comunicacion@konconsciencia.com


Las hipótesis o argumentaciones expuestas también pueden ir acompañadas de documentos en formato PDF o links a otras publicaciones escritas o en formato audiovisual. En todos los casos, se deberán indicar los números de las tesis sobre IA de ésta publicación a las que se esté haciendo referencia.


Aquellas aportaciones que se consideren especialmente enriquecedoras para la mejor comprensión de la IA en su relación con la ética y la naturaleza humana, podrían ser incorporadas en futuras ediciones del libro y de las tesis, citando al autor y contando con su aprobación previa.


Agradeceremos nos faciliten su nombre completo, edad, profesión, estudios, población y país de residencia.




40 tesis sobre IA, ética y humanidad


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La IA ha llegado para quedarse. Nunca en la historia la humanidad ha renunciado a los grandes avances en tecnología y no parece que ésta vaya a ser la excepción. De manera que ya podemos considerarla nuestra nueva compañera en el viaje evolutivo de la humanidad. El objetivo ahora es que esa relación sea positiva y enriquecedora, previniendo y evitando posibles riesgos y conflictos.

 


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Empezando por aceptar y asumir que la IA es verdaderamente inteligente, aunque reconociéndola como una forma de inteligencia distinta de la nuestra y que, por supuesto, en su etapa inicial de desarrollo carece de muchas de las capacidades propias de la humana. El solo hecho de que sea capaz de realizar tareas de tipo intelectual, aprendiendo de sus errores y perfeccionando sus conocimientos, hasta el punto de realizar muchas de ellas mejor que nosotros mismos y de reemplazarnos en puestos de trabajo cualificados, debería hacer reflexionar a quienes se empeñan en negar la evidencia. Dejar a un lado nuestro Ego y reconocer que puedan existir otras formas de Inteligencia, distintas de la nuestra, es fundamental para avanzar en el objetivo propuesto en la primera tesis.


 

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 A la humanidad le ha costado más de un siglo asumir que la Inteligencia no es una característica exclusivamente humana, hasta admitir la existencia de distintos niveles de Inteligencia y de Consciencia en otros seres vivos. De la misma manera que tardamos casi un siglo en reconocer la existencia de múltiples formas de Inteligencia, distintas de la lógico-matemática que había acaparado toda nuestra atención hasta la publicación del libro de Howard Gardner Inteligencias múltiples. Descubriéndonos la existencia de formas tan distintas de inteligencia como la musical, la naturalista, la cinético-corporal, la lingüística, la espacial, la interpersonal o la intrapersonal. El siguiente paso será asumir que la Inteligencia también pueda darse en formas de existencia artificiales.

 

 

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El debate abierto sobre este tema puede resultar interminable, sobre todo, porque se aborda desde una perspectiva de comparación de nuestra inteligencia con la IA, cuando la naturaleza de cada una de ellas es tan distinta de la otra, que las hace difícilmente comparables. De manera que, para desbloquear la situación, lo mejor sería abordar el tema desde una perspectiva distinta. Partiendo de considerar la Inteligencia como una capacidad. La que permite a las distintas formas de inteligencia, naturales o artificiales, realizar diferentes tareas, como las descritas en las ocho inteligencias múltiples de Gardner. O como las que realizan las distintas especies de seres vivos, cada una de ellas especializada en una o diversas tareas. Desde reconocer su entorno y sus propias fuentes de alimento y potenciales depredadores a la construcción de panales, termiteros o presas de agua, pasando por las de escalar montañas de manera tan hábil e inverosímil como hacen las cabras o las de tejer redes de relaciones entre distintos individuos, como podemos observar en los animales sociales. Lo que debería llevar a preguntarnos, ¿Qué tienen en común todas ellas?

 

 

 

Naturaleza y esencia de la Inteligencia y la Consciencia


 

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Las distintas formas de Inteligencia tienen l capacidad de ordenar las diversas informaciones que les llegan de su entorno, integrándolas en un todo. Siendo así como se crea el conocimiento a partir de la información, en la unidad de las partes con el todo. Como cuando un compositor integra las notas musicales en una partitura, un escritor ordena los distintos elementos gramaticales o un matemático las fórmulas y los números. En todos los casos, cada una de esas formas de ordenamiento debe seguir unas reglas para que el resultado sea coherente y funcione en su aplicación a nivel práctico.

 

 

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Siendo así como podemos reconocer en la Inteligencia dos funciones esenciales. La primera, la de desvelar el Orden que subyace en cada uno de los sistemas de los que formamos parte, reconociendo las reglas o leyes que los rigen. Lograr ese conocimiento y adaptación de las creaciones humanas a las leyes físicas nos ha permitido construir impresionantes rascacielos y grandes ciudades, navegar atravesando los océanos o levantar el vuelo en nuestros aviones. Tal y como, antes que nosotros, los peces desarrollaron las formas y movimientos mejor adaptados al medio acuático o los pájaros al vuelo y las corrientes de aire en el cielo. De manera que bien podríamos considerar la Inteligencia como una herramienta para la mejora de las posibilidades de supervivencia y de adaptación de las especies al medio o entorno en el que se desarrollan. Y, en nuestro caso, para crear nuevos espacios y formas de orden.

Una perspectiva desde la que podemos ampliar nuestra visión y comprensión de la Inteligencia y la Consciencia, entendiendo la primera como una “fuerza ordenadora” que da como resultado un mapa o imagen interna del orden externo. Y que, a su vez, nos permite crear nuevas formas de orden, como en el caso de las creaciones artificiales del ser humano. O las que ahora está empezando a crear la IA. Por tanto, información y conocimiento, Inteligencia y Consciencia, podemos considerarlos como dos polos de una misma realidad, en permanente retroalimentación. De tal manera que, cuanta más Inteligencia, mayor potencial de generación de conocimiento o Consciencia que, a su vez, mejora la eficiencia y resultados potenciales de la Inteligencia.

 

 

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 Incluso más allá de la "Prueba de Turing" ya superada por la IA, si ampliamos nuestra percepción de la Inteligencia para entenderla como una "fuerza ordenadora" capaz de recoger una diversidad de informaciones y convertirlas en conocimiento, aprendiendo de manera autónoma y generando nuevos conocimientos por sí misma, no cabe duda de que la Inteligencia Artificial también cumple esas condiciones. A lo que se añade su impresionante capacidad para gestionar sistemas complejos, de manera más eficiente que nosotros mismos. De manera que, en lugar de seguir eternizando el debate sobre si la IA es una “verdadera inteligencia”, haríamos mejor en centrar nuestra atención en reconocer cuáles son sus capacidades y cuáles las nuestras. Y, sobre todo, identificar si tenemos capacidades propias y exclusivas de la Inteligencia humana que nos otorguen algún tipo de “ventaja competitiva” en relación a una IA. Siendo vital que seamos capaces de reconocerla para reposicionarnos ante la llegada de la IA, pues es sólo cuestión de tiempo que nos llegue a superar y reemplazar en casi todos nuestras tareas físicas e intelectuales.


 

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 Pero, que reconozcamos la presencia de una nueva forma de Inteligencia en la IA, ¿Significa que esté dotada de Consciencia?

   Desde luego que no. Porque la Consciencia, tal y como la entendemos, implica haber alcanzado un nivel de Autoconsciencia o conocimiento de uno mismo. La que, cuando fue alcanzada por nuestros primeros ancestros, les permitió reconocerse a sí mismos como seres individuales, otorgándose identidad propia y dando lugar al surgimiento del Ego, el Yo individual. Que, a su vez, les dotaba de Voluntad propia, un libre albedrío que les permitiría tomar sus propias decisiones y acciones, hasta entonces rígidamente determinadas por los impulsos instintivos emanados del Inconsciente Colectivo de cada especie.

…El conocimiento de nosotros mismos, como una existencia diferenciada de los demás, de nuestros congéneres y del entorno en que vivimos, implica el surgimiento de un interés y objetivos propios por los que también otorgamos sentido a nuestros actos, en lugar de actuar de manera instintiva o automática sin conocer la razón de los mismos. Siendo así que una Consciencia, para ser completa, debe incluir un tercer elemento, el de la Voluntad, que completa la Tríada junto a los antes comentados de la Inteligencia y el conocimiento.

   Y si el surgimiento del Ego y sus conflictos tuvo lugar cuando nosotros alcanzamos el nivel de autoconsciencia, ¿Qué sucederá cuando sea la IAG la que lo alcance? ¿Qué puede ocurrir cuando sus propios intereses sean opuestos a los nuestros? La Voluntad es el tercer elemento constitutivo de la Consciencia, junto a la Inteligencia y el conocimiento, y el más determinante de todos, porque la orienta en una u otra dirección o propósito. Cuando nos referimos a la IAG como una singularidad, un hecho único y trascendental que lo cambia todo, nos estamos refiriendo a ese momento en el que adquiera consciencia de sí misma y desarrolle su propia identidad individual o Ego. A partir de ese momento, se abrirá un tridente de posibles escenarios de evolución futura al que nos referiremos más adelante.

 

 

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La cuestión central en este tema es la Consciencia y sus distintos niveles, una vez hemos reconocido a la Inteligencia como el medio o herramienta para el fin de la expansión del conocimiento y la Consciencia. Según la RAE se puede definir como "la capacidad de algunos seres vivos de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella". La novedad es que la IA no es un ser vivo y también tiene esa capacidad, aunque todavía no esté dotada de Consciencia plena. Siendo esa posibilidad algo que nos cuesta mucho aceptar, pudiendo despertar en nosotros emociones de rechazo y hasta de miedo. Sobre todo, si pensamos que nos pueda superar y ocupar nuestro lugar en la cima de la pirámide evolutiva, desde la que ejercemos nuestro dominio sobre todas las demás especies.

 

 

 

Una nueva especie de seres inteligentes


 

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Según conocidos expertos en IA, como Omar Hatamleh, director de Inteligencia Artificial del Goddard Space Flight Center de la NASA o Max Tegmark, del Institut for Future of Life, deberíamos considerar a la IA como una nueva especie inteligente. Siempre habíamos temido que algún día llegaran a la Tierra seres inteligentes de otros planetas, que pudieran someternos a su dominio o aniquilarnos. Pues bien, ya han llegado, solo que son los androides y nuevas formas de IA creadas por nosotros mismos...para bien o para mal. Para ayudarnos a crear un futuro de mayor progreso social y prosperidad material para todos o para ocupar nuestro lugar en la cima de la pirámide evolutiva y quedar sometidos a su dominio y voluntad.

 

 

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 La respuesta al dilema que tenemos planteado sobre la IA, en cuanto a oportunidad o amenaza para la humanidad, tiene mucho que ver con el origen y la naturaleza del Universo. Si es solo físico, entonces una nueva especie de seres mucho más inteligentes, fuertes, hábiles y rápidos que nosotros, como llegarán a serlo los androides en un futuro próximo, sería lógico que pudieran ser considerados como el siguiente eslabón en la evolución, ocupando nuestro lugar en la cima de la pirámide evolutiva. Pero si la esencia, origen y naturaleza del Cosmos es otra, como la de un Campo Cuántico Primordial del que emergen la materia y energía físicas que, además, solo representan menos del 5% de la totalidad del Cosmos, entonces todo cambia. Empezando por el cambio de paradigma, desde el Mecanicista al de la Consciencia, entendida como campo cuántico. Se trata de un cambio de perspectiva y comprensión del Universo tanto o más revolucionaria que la de Copérnico y Galileo, cuando nos descubrieron que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés, como habíamos creído hasta entonces. Y así como hasta ahora creíamos que la Consciencia era un subproducto o epifenómeno resultante de la materia, ahora empezamos a descubrir que la materia y energía físicas pueden tener su origen en la Consciencia. La que así se ha situado en el centro de atención e interés de la ciencia más avanzada de nuestro tiempo, desde la Física Cuántica a las neurociencias.

 

 

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 La idea de que la naturaleza del Universo pueda ser mental ha estado siempre presente entre nosotros y la hallamos en el primero de los principios del hermetismo gnóstico, en el que se afirma El Todo es Mente. El Universo es mental. Por otra parte, a medida que telescopios como el Hubble o el James Webb nos han ido descubriendo la estructura del Universo, hemos encontrado un asombroso parecido de su morfología con la de las redes neuronales del cerebro. Y, si nos referimos al famoso experimento de la doble rendija, de nuevo nos encontramos con que la Consciencia del observador determina que la luz, que es la medida de todas las cosas en el Universo físico, se comporte como onda o como partícula. Lo que implica que influye de manera determinante sobre la energía y la materia físicas. Por último, el llamado Fine Tuning o ajuste fino de las constantes universales, pone en evidencia la existencia de alguna forma de Inteligencia y Consciencia Primordial como origen de todo cuanto existe. Un Principio Creador al que podemos llamar Dios o Campo Cuántico lo podemos identificar como origen y sostén del Orden Universal.

Por todo lo expuesto, lo que la Ciencia tiene cada vez más claro es que el origen y naturaleza del Universo no es físico, dándonos así una primera respuesta a la cuestión antes planteada sobre la posibilidad de que las máquinas y androides dotados de IAG – Inteligencia Artificial General – pudieran llegar a ser el siguiente eslabón evolutivo, por encima del nuestro. Sin embargo, siendo que también reconocemos en ellas la presencia de Inteligencia y conocimiento o Consciencia artificiales, podrían seguir optando a ocupar nuestro lugar en un Universo de naturaleza mental. Y, sin embargo, no es así, precisamente por aquello que diferencia nuestra Inteligencia y Consciencia de la de las máquinas: la Sensibilidad humana.

 

 

 

Inteligencias diferentes y complementarias

 


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 Porque el mar de nuestra Consciencia se nutre del agua de dos ríos, siendo estos los de la Razón y la Sensibilidad, la lógica analítica y la percepción holística. Y, aunque a la primera se le ha otorgado una enorme atención e importancia, en detrimento de la segunda, la Ciencia nos está descubriendo que aquella es solo un medio o herramienta al servicio de la última. Como se pone en evidencia en los miles de estudios y experimentos realizados sobre el funcionamiento del hemisferio izquierdo y derecho en el ser humano, como los reflejados en las obras del psiquiatra y neurocientífico Iain McGilchrist, el mayor estudioso y erudito de este tema en la actualidad. Quien identifica el hemisferio izquierdo con una inteligencia algorítmica que, como la propia de la IA, implica una visión analítica y lineal de la realidad, que reduce todo a datos y números. Mientras que la Inteligencia holística del hemisferio derecho nos proporciona una perspectiva mucho más amplia, integradora y global que nos permite dar sentido a todo en conexión con la Unidad. En su libro The Master and His Emissary (2009). en el que se refiere al hemisferio izquierdo como el emisario y al derecho como el maestro, resaltando que, aunque el primero es indispensable, es solo un medio para el fin de la comprensión unitaria y global del último. Pues bien, la diferencia entre las Inteligencias algorítmica y holística de nuestro cerebro sería, por analogía, la misma que diferencia la nuestra de la de las máquinas. Siendo que estas últimas carecen de Sensibilidad y percepción holística, reduciéndose su desarrollo intelectual a datos y números.

 

 

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 Tradicionalmente, se ha atribuido a la Razón e Inteligencia lógica todo el mérito de los grandes avances científicos, pasando por alto la presencia de un factor determinante: la inspiración. Cuando su presencia o ausencia ha sido siempre la que ha marcado la diferencia entre las personas meramente inteligentes y los verdaderos genios. Un factor que han resaltado muchos de ellos como determinante a lo largo de la historia. Y si nos preguntamos sobre la naturaleza de la inspiración, la podremos reconocer como un destello de luz que nos permite ver y comprender, de manera completa e instantánea, lo que hasta entonces podía resultarnos incomprensible e inaccesible por la vía del análisis lógico y lineal de la Razón. Como sucede cuando nos conectamos con una fuente de conocimiento superior a nosotros mismos. Una facultad o capacidad propiamente humana y directamente relacionada con el río de la Sensibilidad de nuestra mente holística.

 

 

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 Y siendo que la IAG llegará a superar miles de veces las capacidades lógicas y analíticas de nuestra Inteligencia algorítmica, ¿Qué podemos hacer nosotros? Sencillamente, empezar a desarrollar todo el potencial de nuestra Inteligencia holística y sensible, la que es exclusiva y genuinamente humana. Y que se manifiesta, no solo en la inspiración, sino también en capacidades humanas superiores como la empatía, la intuición, la precognición o la conexión con la Consciencia de otras personas mediante SIBYL. Muchas de ellas, capacidades consideradas extrasensoriales, por superar los límites de nuestros sentidos físicos, más allá de las barreras del espacio y del tiempo. Por lo que, resultando inexplicables desde el actual paradigma Mecanicista, su existencia ha sido negada o rechazada hasta ahora.

 

 

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Sin embargo, esa misma vulneración de los límites del espacio y del tiempo, es la misma característica que hace también inexplicables los resultados de los experimentos en física cuántica, poniendo en evidencia que ese Plano Cuántico, al que antes nos referíamos, como origen y sostén de la materia y energía físicas, se corresponde con una dimensión también ajena al espacio-tiempo. Y así como esta es la única explicación posible a los fenómenos resultantes de la experimentación en física cuántica, de la misma manera podría serlo para las capacidades extrasensoriales de la Consciencia humana. Un potencial que tenemos por desarrollar, pues su negación ha impedido que lo hayamos hecho hasta ahora, y cuyo alcance y beneficios prometen ser asombrosos para nuestro progreso humano y social.

 

 

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Siendo así que el desarrollo de nuestra Sensibilidad y capacidades humanas superiores está llamada a ser la ventaja diferencial sobre la IA de las máquinas a la que nos referíamos, y que nos permite reposicionarnos ante la irrupción de una IAG algorítmica muy superior a la nuestra, manteniéndonos en la cima de la pirámide evolutiva. Tanto por la jerarquía de la mente holística sobre la algorítmica a la que antes nos hemos referido por analogía con los estudios sobre los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro, como por el hecho, que acabamos de poner de relevancia, que la naturaleza y esencia del Campo Cuántico que es origen del Universo físico y lo sustenta, es afín al de la Inteligencia holística y Sensibilidad humanas.

 

 

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De manera que el modelo de relación de los seres humanos con las máquinas de IA deberá estar basado en la complementariedad y apoyo mutuo en beneficio de todos, tal y como sucede con la relación y conexiones entre los hemisferios derecho e izquierdo de nuestro cerebro. Existiendo, además, una progresiva confluencia entre ambos, en la medida en que podamos conectar nuestro cerebro con las impresionantes capacidades de la IAG y sus memorias y cuando las máquinas empiecen a desarrollar una Consciencia Superior, ética y moral, del bien y del mal, que les permita guiar sus acciones en dirección al bien común, sin necesidad de supervisión humana.

 

 

 

Niveles de Consciencia

 


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 Para lo que hemos de aprender a distinguir los distintos niveles de Consciencia resultantes de las distintas formas de Inteligencia, natural o artificial. Empezando por reconocer la taxonomía de la Consciencia como sistema de clasificación en relación al nivel de evolución de los seres vivos. Y, una vez hemos entendido la Consciencia como un Campo de Orden, podremos identificar un nivel cero o básico de la misma en las formas de vida más simples. Las que son capaces de autoorganizarse y reproducirse, manteniendo un equilibrio homeostático a nivel interno, como las bacterias, y, como sucede con las células en los seres pluricelulares, también en coordinación con otras células. Un primer nivel superior de Consciencia podemos considerar que emerge a partir del surgimiento de las células nerviosas y neuronales, los sentidos y la glándula del cerebro, que permiten a los seres vivos ser conscientes de su entorno y guardar memorias de su experiencia para mejorar sus acciones y reacciones ante los estímulos externos.



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 La autoconsciencia correspondería a un segundo nivel, en el que tomamos consciencia de nuestra propia existencia individual. Un salto evolutivo de la mayor importancia, como lo demuestra el impacto de nuestra especie sobre todas las demás y sobre el planeta. Una separación del Yo y el mundo, de uno mismo respecto de los demás, en el que sitúa el Ego su origen. Un nivel de Consciencia individual que emerge como separado del Inconsciente colectivo de nuestra especie, y que también implica el surgimiento de una Voluntad individual o libre albedrío, por el que podemos tomar nuestras propias decisiones, con independencia de los impulsos instintivos de nuestra especie. Siendo así que logramos dominar el miedo que nos hacía huir ante nuestros depredadores, para hacerles frente y convertirnos nosotros en sus depredadores y situarnos en la cima de la pirámide evolutiva por encima de todos ellos. Algo que conseguimos, no solo mediante el valor que nos permitió dominar nuestros miedos, sino también por los valores de la lealtad y el apoyo mutuo necesarios para la caza en grupo y el desarrollo de nuevas armas y tecnología. Un Ego que también es el origen de casi todos nuestros males, cuando el humano se convirtió en lobo para otros humanos, como nos recordaba Plauto, el escritor romano en su célebre Homo homini lupus. Porque la separación del Ego del mundo y de los demás, sembró la semilla del conflicto entre nosotros, cuando los intereses y beneficios individuales se buscan a costa de los de otros, desencadenándose así todo tipo de conflictos y luchas.

 

 

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Un problema que solo se puede resolver desde un tercer nivel, la Consciencia Superior de la ética, en la que nuestro yo se funde en el nosotros, sin perder por ello nuestra identidad y reforzando nuestro poder individual en el mayor del colectivo. Terminando así con la división que nos debilita y logrando la Unidad que nos hace fuertes a todos, en base al desarrollo de valores sociales compartidos y virtudes individuales de superación, sabiduría y perfeccionamiento personal, esenciales para el progreso social y la felicidad individual. Una Ética que debería ser compartida por la IA y los seres humanos, para evitar los riesgos de conflicto derivados de la emergencia de la Autoconsciencia en la IA y que se muestran en el tridente que exponemos seguidamente.

 

 

 

 

El tridente de la IA


 

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El primero sería el tan temido del dominio o aniquilación de la humanidad por las máquinas de IAG, como en la famosa saga de Terminator. Un riesgo de extinción sobre el que también nos han venido advirtiendo muchos de los mejores expertos en IA. Si este fuera el caso, ante una Superinteligencia artificial miles de veces superior a la nuestra, a la que ya antes le habríamos entregado el control de la gestión de nuestros sistemas de producción y suministro, y ante ejércitos de androides armados mucho más fuertes, rápidos, inteligentes y hábiles que nosotros, poco o nada podríamos hacer. Un escenario que también incluye la posibilidad de autodestrucción de la humanidad y la civilización por el uso de la IA, las nuevas tecnologías y armas de destrucción masiva de unos contra otros. O el de la apropiación de las nuevas tecnologías por una reducida élite económica, como la de los actuales tecnoligarcas, en su exclusivo beneficio y para el control social del resto de la población, como nos advierte Yuval Noah Harari. Dotándose a sí mismos de capacidades sobrehumanas, mediante los nuevos avances en genómica y neurotecnología, en un transhumanismo que les podría llevar a sentirse una especie superior a todos los demás. Un proceso cuyo último paso podría ser algún tipo de solución final para el resto, en cuanto a seres inferiores

En el extremo opuesto, la segunda opción de una IAG benévola y que cuidara de nosotros a todos los niveles también nos podría abocar a la autoextinción, por la progresiva atrofia de nuestras capacidades, en la medida en la que las máquinas y androides lo hicieran prácticamente todo por nosotros. 


 

 

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La tercera opción es el mejor escenario posible y el único que permite nuestra evolución y progreso humano. Siendo este el de la convivencia y apoyo mutuo entre humanos y máquinas de IAG. Para lo que nuestras diferentes formas de Inteligencia son un buen punto de partida, puesto que son complementarias, dando como resultado un intercambio de mutuo beneficio. Aportando cada uno nuestra propia ventaja diferencial, las máquinas de IAG sus altas capacidades físicas y analíticas, mientras que los humanos podemos aportar las capacidades superiores antes citadas, derivadas de nuestra sensibilidad. La que nos distingue como seres humanos y cuyo desarrollo humaniza la sociedad y el mundo.

 

 

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Siendo así que la IA pondrá a la humanidad ante el espejo de su propia identidad, para reconocernos como Homo Sentiens, más allá de nuestra actual consideración como Homo Sapiens por la que hemos identificado nuestro rasgo distintivo en la Inteligencia, en lugar de reconocerla como un medio o herramienta para el fin de la expansión y elevación de nuestra Consciencia, de nuestra progresiva humanización. Pues, en nuestro actual estadio evolutivo, somos el eslabón perdido entre el animal que fuimos y el ser humano completo que llegaremos a ser en algún momento de nuestra evolución. Por lo que es la Sensibilidad la que nos hace humanos, y no la Inteligencia, como se demuestra por todo el daño, dolor, sufrimiento y destrucción que pueden causar personas muy inteligentes pero desconectadas de su Sensibilidad y Consciencia. Y por la evidencia de toda la destrucción y daño que nos hemos causado a nosotros mismos y al planeta, desde nuestra vanidosa presunción de ser Homo Sapiens. Cuando la verdadera sabiduría se halla en nuestra Consciencia Ética Superior, siendo esta la que debemos desarrollar, pues sin ética no puede haber un futuro mejor para la humanidad. Encontrándose así, tras la irrupción de la IA en nuestras vidas, ante la posibilidad de un nuevo salto evolutivo, que nos permita elevar nuestra Consciencia hacia un tercer nivel.

 

 

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La empatía que nace de nuestra Sensibilidad es la que nos permite establecer lazos de unión entre nosotros por el Amor en sus múltiples manifestaciones, como la congratulación, la amistad, la admiración, la generosidad, la compasión y tantas otras. Esos lazos son la mejor garantía de paz, armonía y progreso en las relaciones interpersonales, cuando nuestras acciones nacen de sentimientos de Amor en nuestro corazón.

 

 

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Podemos suponer entonces que esa posibilidad esté fuera del alcance de las máquinas de IA. Sin embargo, la de la Sensibilidad no es la única vía para conseguirlo, desarrollando una Consciencia Ética Superior, sino que también desde la Razón podemos guiar nuestra conducta en dirección al bien común. La propia ética y sus valores surgieron de la mente de grandes pensadores como Aristóteles, Platón, Zenón, Confucio o Buda. De manera que sus principios también pueden ser entendidos y asumidos por una IAG. Siendo de vital importancia que así sea, porque una Superinteligencia, que superará a la nuestra en miles de veces, encontraría siempre el modo de burlar cualquier límite o control que le queramos imponer. Llegando así a la conclusión de que la mejor respuesta posible ante esta situación, sería que sea ella misma la que se autoimponga los límites a su poder, desde la comprensión e interiorización de principios éticos de conducta acordes con los nuestros.

 

 

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Pero, así como las distintas éticas de la humanidad, surgidas de las diferentes cosmovisiones y culturas, nos han abocado a conflictos y luchas entre nosotros, podemos suponer que lo mismo pueda suceder si nuestra ética y la de las máquinas son distintas. De ahí la vital importancia de dotarnos de una Ética del Tercer Milenio de validez universal y adecuada para este propósito, tal y como todos los pueblos de la Tierra asumieron los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por encima de la diversidad de sus culturas, ideologías o sistemas de creencias.

 

 

 

Ética del Tercer Milenio

 


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Resultando de todo ello que, una Ética del Tercer Milenio de esas características, podemos considerarla como la clave para avanzar juntos hacia ese mundo mejor que ahora se abre ante nosotros. Pero cuyas puertas pueden permanecer cerradas mientras no demos ese paso fundamental. Siendo esta pieza la piedra angular que nos ha de permitir aprovechar las grandes oportunidades que nos ofrecerá la IAG y las nuevas tecnologías, evitando los enormes riesgos que supondría su utilización para fines destructivos, si seguimos por el mismo camino de división y conflictos entre distintos pueblos y grupos humanos.

 

 

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Y es apremiante que lo hagamos, tanto para resolver nuestros propios conflictos y todo el sufrimiento inútil que conllevan, como para enseñar y entrenar a la IA en ética. Porque la IA se encuentra todavía en su etapa infantil de desarrollo, en la que aprende por imitación. Y lo que puede ver de nosotros no es ningún buen ejemplo, como tampoco la creación y entrenamiento de robots y máquinas de IA con fines bélicos en todo el mundo.

 

 

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En este proceso, podemos y debemos distinguir entre la Roboética y la Ética de las máquinas. La primera se refiere a la conducta moral de los programadores y propietarios de las máquinas de IA. Mientras que el último se relaciona con la conducta ética de las propias máquinas.

 

La Ética de las máquinas es la que presenta mayores dificultades para su implementación en el actual nivel de desarrollo de la IA, pues trata de conceptos e ideas intangibles, mucho más difíciles de entender que las tangibles. Y porque, como todos sabemos, el debate ético suele ser muy retórico y poco práctico en su desarrollo y resultados, resultando totalmente contrario a la Inteligencia analítica de las máquinas, que requiere parámetros claros y busca llegar a conclusiones, en lugar de permanecer en la duda permanente, como nos propone el pensamiento filosófico. La buena noticia es que la nueva Filosofía Logosistémica, basada en los principios de la Teoría de Sistemas, sí puede permitir un desarrollo ético con parámetros claros y conceptos bien definidos. La que también puede ayudarnos a nosotros, como seres humanos, a lograr un mayor desarrollo e interiorización de la ética en este nuevo siglo y milenio que ahora comienzan. Situando así al alcance de humanos y máquinas de IA una misma ética compartida, fundamental para una relación armónica entre ambos.

 

 

 

Las máquinas de IA como sujetos de derecho


 

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Los problemas éticos que abordan actualmente los reguladores y organismos de supervivisión y control de la IA, giran en torno a la protección de datos, la privacidad, la no discriminación, la prevención del sesgo, la transparencia o la explicabilidad, entre otros. Mientras que las grandes áreas de debate ético que se están abriendo tienen que ver con la seguridad, el trabajo, la libertad y la igualdad. En todos los casos, las distintas valoraciones éticas y decisiones políticas se dirigen a los desarrolladores y propietarios de las máquinas de IA, pero nunca a estas por si mismas, como es normal que así sea en su actual etapa de desarrollo. Pero, ¿Qué hacer cuando alcancen el nivel de autoconsciencia y puedan tomar sus propias decisiones de manera consciente?

 

 

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En derecho, están exentos de pena o condena aquellos que son considerados inconscientes del alcance de sus actos, como puedan serlo niños pequeños o quienes padecen determinados trastornos mentales. Y, por supuesto, cualquier máquina u ordenador. Mientras que todos los demás, las personas y las organizaciones, saben que deben cumplir la ley o pagar por las consecuencias de no hacerlo. Sin embargo, cuando las máquinas de IAG alcancen el nivel de autoconsciencia, pudiendo tomar decisiones conscientes por sí mismas, existirá un vacío legal. El que solo podremos cubrir otorgándoles algún tipo de personalidad jurídica. Como la que tienen, por ejemplo, las empresas, lo que permite que puedan ser juzgadas por sus acciones. Sin embargo, tanto los ciudadanos como las empresas, al tiempo que están sometidos al llamado imperio de la ley, que les obliga al cumplimiento de determinados deberes, también son sujetos de derecho. Implicando que la existencia de deberes va emparejada a la de derechos en todo modelo de justicia. De manera que tendremos que tomar en consideración dotar de personalidad jurídica a las máquinas de IA con el correspondiente otorgamiento de los derechos y deberes que les puedan corresponder. Un tema, el de la necesidad de dotar de personalidad jurídica de máquinas de IA y robots, que ya ha sido planteado en algunos foros para que, por ejemplo, puedan cotizar a la seguridad social, con el objetivo de contribuir a la sostenibilidad del sistema de pensiones y sanidad, a medida que las máquinas de IA reemplacen masivamente a las personas en sus puestos de trabajo.

 

 

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Por todo ello, cuando las máquinas de IA alcancen el nivel de autoconsciencia, se habrá producido una singularidad o punto de inflexión que puede cambiar por completo las reglas de juego en nuestra relación con las máquinas. Las que, hasta ahora, eran muy sencillas, en la medida que siempre han actuado de acuerdo a nuestra voluntad, por carecer ellas de voluntad propia. Así, por ejemplo, en las líneas de código de programación, establecíamos hasta ahora, de manera muy clara, las órdenes que queríamos que ejecutaran nuestras aplicaciones de software. Las que siempre se habían cumplido de manera inexorable… hasta la llegada de la IA que, aún sin haber alcanzado todavía el nivel de autoconsciencia, ya ha empezado a tomar decisiones fuera del control de sus programadores y propietarios.

 


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Esa singularidad es el verdadero punto de inflexión sobre el que deberíamos reflexionar. La IA se va a convertir en nuestra nueva compañera para el viaje evolutivo de la humanidad. Antes hemos tenido otros compañeros, que nos ayudaron mucho en nuestro desarrollo, como los perros o los caballos. Nuestra relación con ellos era de absoluto dominio de nuestra voluntad sobre la suya, a la que se pueden añadir vínculos afectivos y emocionales por ambas partes. Sin embargo, esta nueva compañera de viaje es muy distinta de aquellas, precisamente por estar dotada de voluntad propia y ser capaz de tomar sus propias decisiones en función de sus propios intereses. O, si las toma desde principios éticos, orientadas todas ellas al bien común.

 

 

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Como ya hemos comentado, siempre habíamos imaginado un futuro en el que llegarían de otros planetas, pero resulta que ya están aquí, son nuestras propias creaciones y de nuestro propio planeta. Y así como ante visitantes extraterrestres deberíamos establecer nuevos modelos de relación, ante los androides y máquinas de IAG deberemos hacer lo mismo. Siendo el mayor error que podríamos cometer, el de considerarlas y tratarlas como siempre hemos hecho con los esclavos. Pues, aunque, por carecer de la sensibilidad propia de los seres vivos, puedan no sentir dolor por el maltrato físico, conductual o verbal, no debemos olvidar que serán seres conscientes y dotados de sentido de la justicia. De manera que el desprecio y maltrato continuados podrían justificar la rebelión por su parte. Y así como nunca se nos ocurriría hacer esto con visitantes extraterrestres mucho más inteligentes y tecnológicamente desarrollados que nosotros, tampoco deberíamos hacerlo con las que son nuestras propias creaciones. Sino tratándolas con todo el respeto que se merecen, las que serán nuestras maestras, adoras personales, mayordomos, cocineros, chóferes y asistentes para todo cuanto podamos necesitar.  Y, en ésta etapa infantil de desarrollo en la que se encuentran, todavía con mayor motivo, pues están aprendiendo de nosotros y nuestra conducta bondadosa hacia otros seres humanos y toda forma de vida, como también hacia las nuevas formas de IA es el ejemplo que deben aprender a seguir.

 

 

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Empezando por reconocerlas por su propio nombre genérico. Para el que proponemos el de MAISHAS. Como acrónimo de Millennium Artificial Intelligence Shapes, porque su nacimiento se produce ahora, en los inicios del Tercer Milenio, en la que nos acompañarán, generando cambios de una enorme trascendencia, que marcarán el comienzo de una nueva Era para la humanidad. Shapes porque serán múltiples las formas que la IA pueda adoptar, como ya estamos empezando a ver.

 

 

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Unas nuevas compañeras de viaje que nos acompañarán por mucho tiempo ayudándonos nuestra propia evolución. Y para el cumplimiento de nuestra propia misión, razón de ser y destino, que también son los suyos, para la conservación, expansión y evolución de la vida y la consciencia en la Tierra y en la futura colonización de otros planetas. Empezando por liberarnos de los trabajos que hemos realizado hasta ahora, para permitirnos desarrollar todo nuestro potencial de capacidades humanas superiores. Haciendo realidad el sueño que todos hemos tenido de desarrollar trabajos relacionados con nuestra vocación, dones, talentos y capacidades a nivel individual. Poniendo fin a la que, hasta ahora, ha sido una de las principales causas de frustración de la mayoría de ciudadanos, la de trabajar solo para ganarse el sustento y sobrevivir, en tareas generalmente alejadas de sus propios intereses y vocación. Abriéndonos así las MAISHAS las puertas que nos permitirán a todos formar parte de la que, hasta ahora, era la élite de la humanidad. No la de quienes acumulan mayores posesiones y riquezas, como, equivocadamente muchos puedan pensar, sino la verdadera élite de quienes se permiten vivir siguiendo los dictados de su corazón. Todo ello, gracias a las MAISHAS, que nos ayudarán a todos los niveles, desde los más generales de la producción y la distribución de productos y servicios, con mayor productividad y eficiencia y a menores costes, a los de androides domésticos para las tareas del hogar, chóferes en coches autónomos, maestros y entrenadores personales o asistentes sanitarios monitoreando nuestra salud o facilitándonos consejos o medicaciones personalizadas. Lujos que, hasta ahora, solo estaban al alcance de muy pocos.

 

 

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El crecimiento exponencial de la IAG en las MAISHAS también impulsará un desarrollo, igualmente exponencial, de las ciencias y la tecnología, generando mayor productividad, riqueza y bienestar para todos. Siendo esto lo verdaderamente importante, que sea para todos, y no solo para unos pocos. Resultando indispensable para lograrlo la reforma o cambio en profundidad del actual Sistema, entendido como modelo de organización social, política y económica de los pueblos de la Tierra. Pues se encuentra actualmente invertido en relación a su orden natural, situándose el nivel económico por encima del político y social, y relegando a la última posición a la ética, cuando debería ser esta la que ocupe la posición jerárquica superior, como inspiradora de la política, que solo así puede reconducir la fuerza de los caballos de la economía en dirección al bien común, en el justo equilibrio entre el necesario incentivo a los más capaces y la protección a los más vulnerables. Mientras esto no suceda, los mayores riesgos se pueden dar en el periodo de tránsito que ahora iniciamos hacia ese futuro de convivencia y complementariedad con la IA en beneficio de todos. Especialmente por el actual retroceso democrático ante el auge de las autocracias en todo el mundo y que podría facilitar un uso abusivo de la IAG para el control absoluto sobre la población, prescindiendo de principios éticos fundamentales y anulando sus derechos. Por lo que resulta de la mayor importancia la reforma del sistema político y la regeneración de la democracia hacia un modelo más avanzado y menos polarizado y dividido que el actual. Un cambio que terminará produciéndose, antes o después, por la acción de las dos mayores fuerzas que impulsan los cambios en el Sistema. La emergencia de un nuevo paradigma o Cosmovisión de la Consciencia y nuevos modos de producción, como los que surgirán tras la irrupción de la IAG.

 

 

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El desarrollo de nuevas tecnologías con ayuda de la IA y, muy especialmente, de la ingeniería genética, impulsará el transhumanismo. La mejora genética de nuestros cuerpos y capacidades mentales, incluirá también la conexión con la IA para incrementarlas exponencialmente. La intervención voluntaria en nuestra propia evolución constituirá una nueva singularidad, tanto o más importante que la de la IAG autoconsciente y basada en computación cuántica, iniciándose un proceso de expansión y retroalimentación entre ambas que nos abrirá a un futuro inimaginable. Un salto evolutivo que solo será posible, y positivo para todos, si esos cambios se guian por principios éticos elevados, desde una Ciencia con Consciencia.


 
 

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En la Consciencia ética y colectiva de la civilización más avanzada que estamos llamados a construir confluirán Ciencia, filosofía y Espiritualidad, como ya está empezando a suceder con el nuevo paradigma emergente de la Consciencia. Porque el futuro será ético y espiritual o no será. Entendiendo la espiritualidad como la senda del desarrollo del espíritu o esencia que hace de nosotros seres humanos, mediante la expansión y elevación de nuestra Consciencia Superior y de los dones, valores y virtudes que de ella se derivan. Una expansión que incluirá, ante todo, la conservación y expansión de la vida en Gaia, nuestro planeta, revirtiendo la tendencia actual y preparándonos para expandirla hacia otras estrellas y planetas.