El vacío ético tras las fallidas revoluciones de los años 60's
La prosperidad y la abundancia material alcanzadas en el siglo XX permitieron que, por primera vez en la historia, los ciudadanos de las sociedades económicamente más desarrolladas, pudieran tener cubiertas sus necesidades básicas, dejando atrás toda la penuria y sufrimiento inútil que siempre nos habían causado, en el pasado, la pobreza, el hambre, la enfermedad o las guerras. Pero el nivel de satisfacción de las necesidades de nuestro cuerpo físico, es sólo el más básico de todos en el ser humano, al que le siguen las necesidades de nuestros cuerpos y realidades emocional, mental y espiritual. De manera que el siguiente paso debía ser que la Prosperidad material sirviera de base o punto de partida para lograr un mayor Progreso humano y social, hacia la Realización del Ser, en una sociedad que ya no sólo fuera del Bien Estar, sino de la que pudiéramos decir que sería del Bien Ser. En el tránsito de una llamada Sociedad de Consumo, basada en lo material, a otra de mayor humanización. En los años 60’s toda una generación pareció darse cuenta de esto y lo intentaron, en las revoluciones juveniles y estudiantiles de la época, contra la guerra de Vietnam y por un mundo mejor. El movimiento hippie se presentó entonces al mundo como un modo de vida alternativo, bajo el lema de Peace and Love. Por doquier, en toda Europa y Norteamérica, los jóvenes se rebelaron contra un sistema y modelo de sociedad esencialmente materialista y que entendían que debía humanizarse. Sin embargo, fracasaron en su intento, con unas consecuencias nefastas para las siguientes generaciones y que todavía no han sido suficientemente valoradas en su alcance por los historiadores. Como sería vital que hicieran para entender la situación de Vacío Ético y descomposición social, política y económica de nuestro modelo de sociedad liberal, que ya vimos que se había levantado a partir de los valores de la Ética protestante. Entonces, ¿Por qué fracasó aquella generación en su intento de humanizar el mundo?
Quisieron internarse en un mundo y un territorio totalmente nuevo y distinto del de la Supervivencia física vivido por anteriores generaciones, para lograr Vivir, Realizarse y Trascender, completando así la Tríada logosistémica de la existencia y evolución humana. Un territorio nuevo para el que no tenían un mapa con el que orientarse… resultando así que se perdieron. En primer lugar, a nivel espiritual buscando la expansión y elevación de su Consciencia a través de drogas y alucinógenos de todo tipo, mientras que, a nivel económico, buscaron volver a modos de producción preindustrial, lo que implicaba un retroceso en lugar de un avance, de la misma manera que ocurrió con su vocación nómada y tribal. A nivel emocional, en el amor, también resultaron un fracaso sus ideales del amor libre en el seno de sus comunas. En cuanto a Ética y valores, rechazaron los tradicionales de sus padres y antepasados, derribándolos en gran medida… pero sin levantar otros en su lugar. Dejándonos así la situación de Vacío Ético actual a la que antes hacíamos referencia. El alcance de aquel fracaso lo pudimos ver en la reacción de sentido contrario de los yuppies que siguieron a los hippies, así como en las sucesivas generaciones perdidas que les siguieron, las conocidas como X, Y y Z. Inmersas, como ellos mismos, en la confusión, mientras su Peace and Love se reducía a Sex, Drugs and Rock and Roll, sus ideales éticos y tribales en sólo estéticos de las nuevas tribus urbanas y sus utopías de futuro de entonces terminaban convirtiéndose en las distopías del mundo actual.
El Vacío Ético actual se originó en las fallidas revoluciones juveniles de los años 60’s para la humanización de la sociedad, siendo aquel fracaso la causa de la progresiva descomposición social, política y económica de nuestro modelo de sociedad
Por supuesto el Vacío Ético actual al que nos referimos no ha de ser interpretado literalmente, no es un vacío total, una absoluta ausencia de valores, sino una Ética de papel, cuya teoría no se sostiene en la práctica. Siendo sus resultados opuestos a los esperados. Por lo que, en lugar de avanzar hacia un modelo de sociedad más feliz, libre y próspera, desde el punto de partida de aquella que teníamos en los años 60's, lo que ha sucedido es que hemos retrocedido a todos los niveles, siendo la sociedad occidental actual mucho menos libre, más infeliz y más pobre. Como lo demuestran los retrocesos en libertades democráticas, la corrupción generalizada, la destrucción de las clases medias o la extensión de las patologías en salud emocional y mental. Así como, también, las adicciones a distintas drogas, legales o no. Lo que también es una herencia de la época hippie, pues fue entonces cuando se generalizó el uso de drogas como la marihuana y alucinógenos como el LSD y que luego tuvieron continuidad en la heroína o el crack, hasta llegar a las drogas sintéticas de la actualidad y la tendencia en todo Occidente a legalizar el consumo de marihuana, agravando todavía más el problema, quizás como parte de una estrategia para adormecer a las generaciones más jóvenes, reduciendo su capacidad de reacción ante la situación actual.
Por lo que la Ética de papel que quedó tras el abandono y destrucción de los valores tradicionales por aquella generación la podemos situar en la Cruz Ética en el cuadrante inferior izquierdo, como puede verse en el Gráfico 3. Una Ética del Placer, más bien hedonista y poco dada al esfuerzo personal de auto superación, que espera las soluciones del Estado, reclamándolas desde una cultura de la protesta y la exigencia permanente de sus derechos, sin mención alguna a los deberes que, en general, son rechazados como una imposición que limita sus libertades. Por otra parte, también la podemos identificar como una Ética de los Débiles, por su preocupación hacia la protección de los grupos más desfavorecidos, vulnerables, discriminados o minoritarios. Lo que es encomiable y positivo desde un punto de vista ético. Si bien, como ya hemos visto, para que los derechos de todos esos grupos, y los de todos, se lleguen a cumplir, es necesario que se equilibren con el cumplimiento previo de los deberes y responsabilidades de cada uno. Pues, si no lo hacemos así, lo que tenemos es una Ética de papel, de buenas intenciones, pero cayendo ante la primera ráfaga de viento.
Un Vacío Ético que también lo es a nivel existencial con consecuencias como las de la imparable extensión de los cuadros depresivos, de ansiedad, adicciones y hasta de suicidios entre los jóvenes, a niveles nunca antes vistos y que nos dan como resultado una sociedad enferma en la que parece haberse perdido toda esperanza o sentido. Gilles Lipovetsky, uno de los filósofos más brillantes de nuestro tiempo reflexiona sobre todo ello en sus obras La Era del Vacío, El crepúsculo del deber o La sociedad de la decepción. Mientras que el también filósofo, sociólogo y ensayista, Zygmunt Bauman, lo refleja en obras como La sociedad líquida, El amor líquido o Vidas desperdiciadas: la modernidad y sus parias. Filósofos que se muestran incapaces de proponer soluciones a los problemas de nuestro modelo de sociedad, limitándose a actuar como meros cronistas de la realidad de nuestro tiempo.
El profundo pesimismo del Existencialismo y el Deconstructivismo dejaron en las jóvenes generaciones un legado de vacío, retroceso y sinsentido
Mientras que, en la década de los años 60’s, filósofos como Jean Paul Sartre y su pareja Simone de Beauvoir, Albert Camus o Jackes Derrida, eran aclamados y seguidos por multitudes de jóvenes en todo Occidente, como si fueran estrellas de Hollywood, ocupando las portadas de los diarios y revistas allá donde fueran. Sin embargo, las ideas promovidas por los movimientos intelectuales del existencialismo, el absurdismo y el deconstructivismo que abanderaban, seguramente tienen mucho que ver con la situación actual de Vacío Ético y Existencial. Porque estas corrientes intelectuales, íntimamente conectadas con el Nihilismo, venían a romper con la tradición filosófica iniciada por Sócrates y Platón, y que había tenido continuidad desde el Renacimiento y la Ilustración con el surgimiento de sus dos vías principales de expresión, el Racionalismo y el Empirismo. Teniendo todas ellas como fundamento la creencia en el potencial del ser humano para su propia realización y felicidad, así como para transformar positivamente el mundo y la sociedad, infundiendo ideas ilusionantes a las generaciones de su tiempo que les impulsaron a avanzar hacia el logro de aquellos ideales. Y es así que, superando enormes dificultades, Europa y Norteamérica progresaron a niveles nunca antes imaginados. Mientras que los planteamientos del Existencialismo, el Absurdismo y el Deconstructivismo eran profundamente pesimistas sobre el ser humano, negando la esencia de humanidad compartida por todos, para explicarnos que esa esencia surge de la propia existencia individual. Una auténtica inversión de la visión filosófica sobre la que se había levantado la civilización occidental en Grecia y la que habían impulsado los grandes pensadores europeos en el Renacimiento y la Ilustración. Por supuesto, podemos encontrar precedentes de posiciones críticas y contraculturales en distintos momentos de la historia e, incluso, en la antigua Grecia, en la Escuela Cínica, caracterizada por sus irreverencias y excentricidades, desde la práctica de la llamada Anaideia, una palabra griega cuyo significado es desvergüenza, provocación o irreverencia.
La diferencia es que aquellas, y otras que surgieron a lo largo de la historia, siempre fueron muy minoritarias, como un contrapunto a las corrientes culturales que impulsaban el desarrollo de la civilización, mientras que las surgidas en los años 60’s se convirtieron en la corriente filosófica mayoritaria y de mayor influencia sobre los jóvenes. Y si, así como decíamos, que el valor de un modelo ético se mide por sus efectos en progreso social y felicidad individual, los resultados de aquellos movimientos filosóficos lo dejan bastante claro.
Pues, así como las principales ideas y propuestas del periodo clásico, del Renacimiento o la Ilustración, nos trajeron progreso humano y social, las de los movimientos intelectuales de la segunda mitad del siglo pasado sólo nos han dejado un legado de retroceso social, empobrecimiento material, vacío anímico y sinsentido. Dando como resultado una sociedad más infeliz y afectada por una imparable extensión de trastornos psicológicos, como depresión, ansiedad, adicciones o suicidios.
El avance más notable de la segunda mitad del siglo XX en Ética, fue la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948. Pero, como ya señalábamos en el capítulo dedicado a Ethos y Praxis, la principal dificultad para su cumplimiento es la falta de un Código de Valores o Deberes humanos que la haga posible. Porque, desde los mismos orígenes de la Ética en Grecia, esta se ha basado siempre en la modelación de la conducta humana en forma de Valores y Virtudes que nos permitan superar nuestros impulsos e instintos más primarios. Siendo este el orden correcto, el de los Valores y Deberes que hacen posible el disfrute de los Derechos.
La práctica de los Valores humanos y el cumplimiento de los Deberes y conducta moral que implican, son los únicos garantes de que podamos disfrutar de nuestros Derechos humanos. Cuando no es así, los Derechos pasan a ser sólo parte de una Ética de papel mojado
Sin embargo, la actual, es una Ética de Derechos sin Valores o Deberes, sin fundamentos o cimientos sólidos sobre los que levantar un modelo más avanzado de civilización. Todo ello, como consecuencia del abandono de los Valores tradicionales en aquellas revoluciones fallidas, sin levantar otros en su lugar. Y, aunque esta Ética de papel pueda ser bienintencionada, lo cierto es que se caracteriza por un Buenismo ingenuo que le impide reconocer y aceptar la realidad, sobre todo, la relativa a la naturaleza humana en nuestro actual nivel de evolución, como punto de partida para su superación. El que, como veremos más adelante, ha sido en gran parte asumido por los llamados progresistas, hasta desembocar en el movimiento woke de nuestro tiempo. Los que, lejos de revisar las causas de su fracaso ético, se fueron radicalizando en el tiempo, acentuando así algunos de sus rasgos más destacados, como los siguientes:
o Maximalista. Como el maximalismo inherente a posiciones como las que propugnan la legalización de las drogas, dejando en manos de los individuos la responsabilidad de las consecuencias de su consumo, desde la ignorancia de las lecciones de la historia en éste tema, como la que en China y Oriente aprendieron por el opio y que, por ello, tienen muy penalizado actualmente su consumo. Como también estamos viendo en los desastrosos resultados de las experiencias de liberalización emprendidas en algunos estados norteamericanos. Como también sucede en cuantos propugnan la apertura de fronteras a la inmigración, sin tomar en consideración las consecuencias, cuando los países de acogida no están preparados para la recepción e integración de las decenas o cientos de millones de personas que confían alcanzar en ellos una vida mejor y siendo que esa tampoco es la solución, sino facilitar el desarrollo de sus países para que no se vean obligados a abandonarlos. De manera que organizar y poner límites a los flujos migratorios puede ser necesario para evitar las caóticas consecuencias de una inmigración masiva y descontrolada. Pues las posiciones extremas no acostumbran a ser la mejor solución a los problemas, sino que suele hallarse en el equilibrio entre los extremos.
- Maniqueísta. Por la estricta división entre buenos o malos según la pertenencia a unos u otros grupos sociales, como en la lucha de clases, entre pobres buenos y ricos malos y, de manera parecida, entre negros y blancos, mayorías y minorías o mujeres y hombres, generando división y conflicto en lugar de unidad. Fomentando una polarización social que, como veremos, se ha convertido en uno de los mayores problemas de nuestro tiempo. Cuando todos sabemos que la bondad o maldad están presentes en todos los grupos humanos.
- Aplanadora. Desde un igualitarismo que todo lo aplana e iguala, negando las naturales diferencias de valor. Como sucede con la visión radical del multiculturalismo cuando sostienen que todas las culturas tienen el mismo valor o que todas las personas son dignas por igual, sin tomar en consideración si arrastran por los suelos su dignidad por causa de la bajeza y falta de valores o si la elevan a su octava superior por sus virtudes valores y entrega a los demás. Así como, en cuanto a las diferentes culturas, también pasan por alto que siempre ha habido culturas más avanzadas que otras, que han sido faro de la civilización para las demás. Como lo fueron Egipto, China, la India, Grecia, Roma, España, Francia, Inglaterra o Estados Unidos, en distintos momentos de nuestra historia común.
- Dogmática. Siendo esta la Estrella Oscura que culmina la Tríada de características ya expuestas y que les termina abocando al dogmatismo. Cuando, creyéndose poseedores de una verdad absoluta, se permiten descalificar a cualquiera que no esté de acuerdo con sus postulados, señalándolos como fascistas, machistas y otros calificativos despectivos que nada tienen que ver con las posiciones que defienden, cuando están basadas en la razón y abiertas al diálogo o el debate que se les niega. Juzgando así y condenando a cualquiera que no piense como ellos. Como sucede con los nuevos tabúes de lo por ellos considerado como "políticamente correcto" limitando la libertad de expresión y de pensamiento, como en el pasado sucedía con los tabúes religiosos.
Los ideales de las fracasadas revoluciones juveniles de los 60’s fueron paulatinamente incorporados por la izquierda política tras perder la bandera de sus propios ideales con el fracaso del modelo político comunista por el que habían movilizado a las clases trabajadoras desde mediados del siglo XIX. Un modelo de economía planificada que se había presentado como la alternativa al capitalismo pero que fracasó en sus objetivos y promesas de crear un paraíso del proletariado en el que todos disfrutarían de mayor abundancia y prosperidad material. Una falsedad que quedó en evidencia cuando los países comunistas debían levantar muros y alambres de espino para evitar que sus ciudadanos huyeran de aquel “paraíso” de desabastecimiento material y carencia de los derechos y libertades más básicas. Pero que también afectó a los gobiernos y partidos de corte socialista más moderado que también perdieron fuerza por su dificultad para aplicar políticas económicas de izquierdas que, lejos de mejorar la economía, tendían a empeorarla, en el contexto de una economía cada vez más globalizada.
Los ideales de las fracasadas revoluciones juveniles fueron paulatinamente adoptados por la izquierda política tras su propio fracaso en su intento de construir un modelo socialista capaz de superar al liberal
Ambos movimientos, el socialista primero y el de la revolución de las flores después, fracasaron en sus intentos de crear un modelo de sociedad mejor que el de las democracias y la economía de mercado que nos habían legado las revoluciones liberales. Sus ideales, principios y valores no funcionaron como esperaban, sin que ello les llevara a reconocer el valor de los que les habían precedido, contribuyendo así al Vacío Ético actual. Porque, la crítica de ambos era a la totalidad del sistema, pretendiendo una ruptura total con el mismo, en lugar de una reforma que pudiera aprovechar sus fortalezas, superando sus debilidades y problemas endémicos. Por lo que, lejos de admitir sus propios errores, han seguido insistiendo en presentarse como alternativas en su oposición frontal al sistema, dando lugar a múltiples intentos posteriores de instaurar el socialismo real, sobre todo en países latinoamericanos, como Venezuela o Nicaragua, con resultados desastrosos en todos los casos. Así como los ideales de las revoluciones juveniles de los 60’s fueron también mutando, adoptando nuevas banderas, como la del arco iris LGTBI, la de la causa palestina o el multiculturalismo que, como explicábamos antes, han ido siendo adoptadas por la izquierda política, confluyendo en una nueva ola progresista, tomando la forma de la visión “progre” o woke del mundo. Y que, a su vez, ha terminado provocando una reacción pendular de sentido contrario, ultraconservadora y tradicionalista, que busca encontrar en los modelos del pasado la fuerza perdida por el Vacío Ético que nos dejaron.
Pero no se puede avanzar hacia delante, mirando hacia atrás, sino solo aprendiendo de nuestros errores del pasado, así como reconociendo las fortalezas y debilidades del actual sistema, para introducir todas las innovaciones necesarias que le permitan evolucionar hacia otro mucho mejor.
Y, si se trata de aprender de nuestros errores, cabe preguntarnos, ¿Cuáles pudieron ser las causas del fracaso de ambos movimientos revolucionarios?
Siendo que la humanización del Sistema sigue siendo nuestra asignatura colectiva pendiente, aprender de los errores cometidos por quienes fracasaron al intentarlo es vital para alcanzar el éxito en futuros intentos. En cuanto al comunismo, existe bastante consenso en que falló por su desconocimiento de la naturaleza humana. En teoría, sus planteamientos eran muy lógicos y estaban muy bien argumentados desde la perspectiva del materialismo científico dominante en la época, por lo que cabía suponer que pudiera ser un modelo más eficiente, productivo y justo que el capitalista. Pero la suposición de que todos trabajarían con el mismo ahínco por el interés común que por el propio, resultó ser utópica y completamente falsa. De manera que, sin incentivos al esfuerzo, el talento y el mérito individual, la productividad y la generación de riqueza se hundieron, abocando al fracaso al conjunto del sistema. Siendo esa presunción de que los seres humanos somos mucho mejores y más conscientes de lo que realmente somos, el pecado original que, desde sus inicios, sigue orientando las políticas de izquierdas y podemos identificar como la causa de la mayor parte de sus fracasos cuando son puestas en práctica.
Por su parte, las revoluciones juveniles también fracasaron por abanderar ideales igualmente utópicos. Lo que tampoco debería sorprendernos considerando las edades de quienes se movilizaron en aquellos movimientos sociales, con la ilusión de conquistar una libertad y felicidad sin límites. Bajo lemas como los de “Prohibido prohibir”, “Mis deseos son la realidad”, “Decreto el estado de felicidad permanente” o “Sé realista, pide lo imposible”, tan imaginativos y divertidos como fantasiosos e ingenuos. Como cuando salieron a las calles de París en Mayo del 68 a jugar a ser revolucionarios, pretendiendo derribar el Sistema o modelo liberal y democrático, sin saber muy bien qué otro podrían poner en su lugar. Muy distintos de los verdaderos revolucionarios que les precedieron, en su lucha por derrocar a los monarcas absolutos del pasado para constituir nuevas repúblicas de mayores derechos y libertades para todos, arriesgándose a morir o, peor todavía, ser apresados y torturados, en su intento por conseguirlo. A nada de todo ello se arriesgaban los jóvenes de los 60’s en el seno de Estados de Derecho en los que sus protestas estaban amparadas por la ley y que, aun cuando pudieran ejercerlas con violencia, serían tratados con total respeto a sus derechos de ciudadanos si fueran apresados. Resulta paradójico que la primera generación que había crecido en la abundancia material, la posibilidad de tener estudios universitarios y disfrutar de libertades como nunca antes en la historia de la humanidad fuera, precisamente, la que se rebelara contra el modelo de sociedad que tantas oportunidades y ventajas le había proporcionado. Una rebeldía que ha seguido presente en las siguientes generaciones X, Y, Z, con resultados bastante negativos para ellas mismas y para el conjunto de la sociedad.
Quizás todo hubiera sido muy distinto si aquellos jóvenes hubieran aceptado el legado cultural de sus padres y antepasados, agradeciendo por todo lo bueno que les había aportado y comprometiéndose a mejorarlo, en lugar de provocar una ruptura intergeneracional tan innecesaria como contraproducente. Una rebelión que no se daba sólo contra el modelo de sociedad, sino, sobre todo, contra sus padres y educadores, en los hogares y en las aulas. Por lo que, en lugar de contribuir a cerrar las fracturas y divisiones ya abiertas de la Moral Doble antes comentada, lo que hicieron fue abrir otras nuevas.
Quizás la evolución de los acontecimientos hubiera sido distinta si aquellos jóvenes hubieran aceptado y agradecido el legado cultural recibido, comprometiéndose a mejorarlo y agrandarlo, en lugar de rechazarlo frontalmente
Por lo que podemos concluir que ésta es una de las principales lecciones que podemos aprender de los errores cometidos en ambos intentos de construir una alternativa al modelo liberal. La de evitar abrir nuevas fracturas, concentrando nuestra atención en cerrar las que ya están abiertas y son causa de división y conflicto entre nosotros. Porque la unidad es la base de nuestro poder y la división la causa de nuestra perdición. Siendo así que, de lo que se trata, es de que nos fijemos en lo que nos une, por encima de lo que nos separa. Porque la esencia de la naturaleza humana que a todos nos igual es infinitamente mayor y más valiosa que las pequeñas diferencias y rasgos que nos diferencian. Siendo la Ética y los valores humanos el medio para lograr ese fin de hermanamiento y unidad, el ideal compartido que todos somos capaces de sentir en nuestros corazones. Una Ética que deberá estar inspirada en una Cosmovisión unificadora, como la de la Consciencia que se ha estado gestando desde hace décadas y que ahora se empieza a reconocer como continuadora del Paradigma Mecanicista, desde la aceptación y agradecimiento por sus valiosas contribuciones al progreso humano, completándolo y complementándolo con una visión mucho más amplia y unificadora del Orden Universal.
Una lección que tiene mucho que ver con profundizar en nuestro autoconocimiento, el de la nuestra naturaleza humana, reconociendo que todavía nos hallamos en un segundo nivel de Consciencia, dominado por el Yo egoico, por lo que cualquier modelo que se proponga debería partir del reconocimiento de ésta realidad, para así orientar nuestra atención y esfuerzos a lograr ese salto evolutivo hacia un tercer nivel de consciencia, del Yo en Nosotros, al que ya nos habíamos referido con anterioridad.
A nivel económico y de modos de producción, de la fallida experiencia del modelo socialista de economía planificada, podemos concluir que cualquier sistema que pretenda ser una alternativa al actual modelo de economía de mercado habrá de demostrar mayor eficiencia que éste.
Por supuesto, el modelo liberal, en lo social, político y económico, dista mucho de ser perfecto, por lo que es necesario impulsar cambios para su mejora, con el objetivo de lograr mayores niveles de progreso humano. Y cabe decir que aquella generación que lo intentó, también nos dejó legados positivos, por ejemplo, con la lucha por los derechos civiles liderada por Martin Luther King, la mejora en la igualdad de derechos y oportunidades para la mujer, las protestas que pusieron fin a la guerra de Vietnam o los procesos de descolonización realizados entonces. Sin embargo, aunque hubo aportaciones valiosas como las anteriores en sus objetivos de una mayor humanización de la sociedad, el balance final ha resultado ser muy negativo, como ya hemos expuesto con anterioridad. Y lo fue, precisamente, por su completo rechazo al legado recibido de las generaciones que les precedieron, que tanto esfuerzo había costado alcanzar. Y que, como veremos más adelante, como consecuencia última de aquellas utopías fracasadas, ahora podríamos perder en la etapa del tecnocapitalismo que ahora se inicia, devolviéndonos a tiempos de oscuridad que creíamos haber dejado definitivamente atrás. Lo que hace más necesario que nunca que reaccionemos, cerrando fracturas en lugar de seguir abriendo cada vez más, en la espiral de división creciente que estamos viviendo en todo el mundo.
Sin embargo, aunque fracasaran, lo intentaron. Como también hicieron Marx y Engels, tratando de concebir un modelo mejor que el capitalista. Siendo lo verdaderamente sorprendente de nuestro tiempo, que casi todo el mundo se lamenta y dirige su dedo acusador hacia unos u otros, pero casi nadie propone ideas que puedan convertirse en soluciones. Siendo esto lo que tiene que cambiar y la principal motivación de presentar las reflexiones y propuestas de una nueva Ética Tercer Milenio.
Pues, así como todos los grandes cambios que han impulsado la evolución social, política y económica de la humanidad han surgido de nuevas ideas, mejor adaptadas a las necesidades de su tiempo, del mismo modo habrá de suceder ahora. Siendo uno de los principales limitantes para que así sea, el pesimismo generalizado que nos legaron los pensadores y filósofos más influyentes de la segunda mitad del pasado siglo, como los existencialistas, deconstructivistas, absurdistas o nihilistas a los que ya nos hemos referido. Siendo éste tercer elemento, disgregador de nuestra autoconfianza, una de las causas determinantes del Vacío Ético actual y, la persistencia de esas ideas, una de las razones que podrían explicar que no se presenten propuestas viables y soluciones a los grandes problemas que lastran el actual modelo, así sumido en una crisis sistémica sin precedentes.