LA MORAL FRÍA DE LA RAZÓN Y LA CÁLIDA DEL CORAZÓN


Los ideales de Derechos Humanos son fruto del pensamiento de los grandes pensadores de la filosofía, mientras que, a lo largo de casi toda la historia de la humanidad, los Deberes han sido principalmente identificados desde el ámbito religioso y transmitidos por los clérigos en cada comunidad humana. Por supuesto, desde el Poder Político se han dictado todo tipo de leyes, pero las creencias más profundas y los modelos de conducta diferenciadores del Bien y del Mal han sido esencialmente religiosos. Los que, en su mayor parte, han centrado en promover el desarrollo de virtudes que nos permitan controlar los instintos y evitar los excesos, como se refleja, por ejemplo, en los siete pecados capitales del catolicismo: la avaricia, la lujuria, la gula, la ira, la soberbia, la envidia o la pereza. De la misma manera que en Oriente se refieren al arte de domar al tigre, como el de dominar nuestros instintos y apetitos mundanos. Un control sobre el cuerpo que se plasma en el Yoga del hinduísmo o en las prácticas de ascetismo de los monjes y las monjas en monasterios y conventos de todas las religiones. Las Virtudes ASAC de la Ética Tercer Milenio son las que hacen posible el necesario autodominio y canalización positiva de los impulsos instintivos, para la práctica totalidad de las virtudes, como las cardinales de templanza, fortaleza, justicia o prudencia y en tantas otras como la generosidad que nos permite superar la avaricia, la responsabilidad que nos evita caer en la culpabilización de otros, la honestidad, la nobleza, la veracidad, la responsabilidad, la perseverancia… y tantas otras. Lo que logramos, primer lugar, desde la Aceptación de nuestra doble naturaleza espiritual y física, y la necesaria jerarquía de la primera sobre la última para nuestra humanización. Mientras que la Superación, el esfuerzo continuado guiado por una Voluntad fuerte, se presenta como la clave para esa transformación y motor de nuestra evolución. Como sabemos, a las anteriores les sigue la Actitud, en cuanto a orientación hacia la Luz del Bien, el positivismo, la confianza y, en última instancia, la Fe. Las que se resumen en los principios de Verdad, Voluntad y Bien. Todas ellas coronadas por la Estrella Guía de la Consciencia Superior. 

 

La diferencia entre los Deberes Legales y los Morales es tan grande como la que separa la “moral fría” de la mente de la “moral cálida” del corazón, siendo esta la que sustenta y refuerza la primera

 

Los Derechos políticos son espacios de posibilidad. Un potencial que, para hacerse realidad, requiere del cumplimiento de nuestros Deberes, no sólo legales, sino, sobre todo, morales. Siendo estos últimos los fundamentales para nuestro desarrollo personal y progreso colectivo, como veremos seguidamente. El Derecho Positivo, reflejado en las leyes humanas, tiene por objetivo el orden social. Su vulneración, todos lo sabemos, es considerado delito y conlleva el riesgo de castigo por parte del sistema judicial. Cuando lo único que nos limita a no cometer malos actos contra los demás y el conjunto de la sociedad es la posibilidad de ser descubiertos y castigados, entonces los delitos y la inseguridad ciudadana se extienden imparablemente. Mientras que, si es nuestra propia Consciencia Superior del Bien y del Mal, la que prevalece entre los miembros de un grupo humano, entonces la armonía en las relaciones y el progreso colectivo están asegurados. Lo que el propio Napoleón, en una Francia revolucionaria y dominada por el anticlericalismo, tenía muy claro, cuando dijo Un cura me ahorra cien gendarmes. Reconociendo así que la aportación a la paz y el Orden Social del “policía interior” de nuestra Consciencia moral es infinitamente superior a las capacidades de control de cualquier cuerpo policial, por grande que este pueda ser y que, además, en ausencia de valores en una sociedad, también tenderá a corromperse, como tantas veces hemos podido ver. Una realidad sobre la que también nos advertía Friedrich Nietzsche que, tras su famosa afirmación de Dios ha muerto, en referencia al declive de las creencias religiosas y su influencia en la sociedad, nos advertía de los peligros que conllevaría el Vacío Ético resultante. Siendo tal su preocupación por éste tema, que se dice que, su obsesión en desarrollar un modelo secular, ético y de valores alternativo al religioso, le llevó a dedicar por completo los últimos años de su vida a éste objetivo, sin llegar a conseguirlo. Una necesidad que no fue cubierta por ningún otro pensador, tras su muerte, lo que ha llevado al cumplimiento de sus peores presagios sobre la deriva del mundo y la desastrosa situación a la que nos hemos abocado. Lo que hace todavía más apremiante, la necesidad de plantear una nueva Ética para el Tercer Milenio, como la que estamos presentando en ésta obra.

   

La “moral cálida” de la empatía y la Sensibilidad que nos conecta a los demás desde el corazón, es la mayor fuerza que puede orientar nuestra conducta hacia el Bien, mientras que la “moral fría” de la Razón siempre pueden ser manipulada por el Ego para hallar autojustificaciones que nos permitan desoír la voz de nuestra Consciencia Superior

 

    Porque, finalmente, y como ya hemos expuesto con anterioridad, la Ética y sentido trascendente de la propia identidad hacia la comunidad, a cuya configuración las religiones han contribuido a lo largo de la historia, es vital para la conformación de nuestra Consciencia social. Promoviendo el sentimiento de hermandad, solidaridad y apoyo mutuo entre sus creyentes y que se reflejan en virtudes como las de la compasión la generosidad o la entrega. Y que también tiene su reflejo en el cumplimiento de nuestros deberes legales como, por ejemplo, cuando el pago de impuestos, es percibido como una pérdida económica que va en contra de nuestro interés individual, la tentación de eludir esos pagos puede ser grande. Y, desde luego, si nuestro egoísmo así nos lo exige, seremos capaces de encontrar todo tipo de justificaciones para ello. ¿Qué impide entonces que eludamos esos pagos? De una parte, las personas pueden valorar el riesgo de ser descubiertas y terminar perdiendo más dinero del que trataban de ahorrarse, por la multa o penalización que pueda recaer sobre ellos. La otra consideración es la propia de la Consciencia Superior, si pensamos que nuestra contribución fiscal es necesaria para que una mayor redistribución de la riqueza pueda ayudar a los más necesitados y desfavorecidos de nuestra sociedad. Es bien sabido que los países con un nivel más elevado de Consciencia social, como lo han sido los nórdicos, terminan teniendo un nivel de vida más elevado. Es decir, al final, todos ganan cuando cada uno cumple con sus propias responsabilidades. Lo que sucede cuando sentimos que somos parte de una comunidad, desde el Espíritu de Servicio por el que percibimos esos vínculos de Unidad como propios. 


Resulta muy significativa la denominación de Sociedad de Consumo para nuestro actual modelo social, basado en la exaltación del individualismo y el materialismo, el egoísmo y la acaparación

 

Tal y como sucede en la diferencia entre la “moral fría” de la mente y la “moral cálida” del corazón. La primera nos advierte cuando nuestro interés egoísta pretende lograr un mayor beneficio propio a costa del daño o la pérdida de otros. Mientras que la segunda nos hace sentir el dolor del prójimo como propio. ¿Cuál crees que puede ser más efectiva para evitar que causemos daño a otros? Cuando amamos a alguien, como nuestra pareja, padres, hijos o amigos íntimos, ese vínculo hace que sintamos el dolor del ser amado, así como nos congratulamos en sus momentos de dicha, procurando siempre lo mejor para esa persona y tratando de protegerla de todo daño o dolor. De la misma manera, cuando amamos a nuestra tierra, comunidad o país, procuraremos lo mejor para ella, aportando tanto como podamos, impuestos incluidos. En cambio, cuando no sentimos esos lazos, es más fácil que nuestra mente encuentre modos de justificar lo injustificable, con tal de no aportar. Y no sólo para el ejemplo de responsabilidad fiscal que acabamos de exponer, sino para los miles de decisiones con implicaciones éticas que tomamos en nuestra vida. La “moral cálida” del corazón la sentimos en nuestro interior, pues está directamente conectada con la del Espíritu en nuestra Consciencia Superior, Ética y Moral del Bien y del Mal, que impide, mejor que cualquier policía, que actuemos movidos por el egoísmo en lugar de hacerlo desde nuestro Yo Superior y consciente. Por lo que, cuando ese sentimiento de unidad y consciencia no está presente, la corrupción, los delitos y la descomposición social terminan por sumir a esos grupos humanos o países en la pobreza material y la miseria moral, en un proceso de degradación cada vez más acelerado, si no se corrige a tiempo.

 

Derechos y libertades

 

Nuestro modelo actual de sociedad se define a sí misma como Sociedad de Consumo lo que ya es significativo, así como también como de Derechos y Libertades. Y ahora que ya hemos reflexionado sobre el significado y alcance de los Derechos y Deberes, quizás conviene que también lo hagamos sobre la Libertad, para lo que recurriremos a Logosistémica en el siguiente racimo de Esenciales:


Libertad es Posibilidad

Posibilidad es Poder

Poder es Libertad


Todos tenemos el derecho de tener una vivienda digna, pero si no generamos suficientes recursos para pagarla, no podremos hacer realidad esa posibilidad. Como en el caso de un joven que quiera independizarse de sus padres, por supuesto tiene el derecho y la posibilidad, pero necesitará acumular suficiente poder económico para hacer realidad esa necesidad. Lo que es igualmente válido para el Poder Interior, como el de quien se siente mal en su actual trabajo, pero no tiene el valor y el espíritu necesarios para arriesgarse a dejarlo y encontrar otro mejor.

 

La Libertad es hija del Poder, como este lo es del Deber, resultando así que la libertad se engendra y sostiene desde la propia responsabilidad

 

Lo que significa que la libertad no se regala, sino que se gana, con esfuerzo y determinación. Como la de los millones de personas que, a lo largo de generaciones, se movilizaron para conquistar los derechos y libertades políticas y sociales de los que ahora disfrutamos. Pero que podemos perder y, de hecho, los estamos perdiendo, si no las disfrutamos con responsabilidad, como se pone en evidencia en este otro racimo de esenciales:


Poder es Deber

Deber es Responsabilidad

Responsabilidad es Poder


El Poder que no se ejerce con responsabilidad se pierde. Como el de quien hereda la empresa grande y boyante de sus padres y no dedica la suficiente atención, talento y esfuerzo a su conservación y expansión, con resultado de pérdidas y quiebra de la misma. Pues bien, de la misma manera, en las últimas décadas asistimos a la decadencia del modelo de sociedad próspero y de libertades que heredamos de las anteriores generaciones, como podemos constatar con el retroceso democrático en todo el mundo, el voto a líderes autócratas y el auge del totalitarismo, al tiempo que crecen las desigualdades y la pobreza.


Un sentido de la propia responsabilidad que encuentra su mejor expresión en la Regla Diamantina de la Ética Tercer Milenio:  Dejad a vuestro paso, igual o mejor de como los hallasteis, los espacios, las situaciones y a las personas que han sido parte de vuestro camino.


La observancia de una regla tan sencilla como esta, tiene el potencial de cambiar el mundo a mejor y para siempre. Por el contrario, cada vez proliferan más las personas que sólo dejan a su paso desolación y destrucción, como aquellos que no tienen reparos en destruir selvas y todo tipo de ecosistemas o incluso vidas humanas y empobrecimiento generalizado para su enriquecimiento personal. En un proceso de descomposición social que también se nos muestra en la extensión de la corrupción política y la de todo tipo de delitos que saturan los sistemas de justicia. Así como podemos verlo en múltiples ejemplos como las nuevas formas de conducta de los aficionados a deportes como el fútbol ahora convertidos muchos de ellos en hooligans violentos que arrasan las ciudades a su paso. Conductas salvajes que son claramente indignas de nuestra condición de Seres Conscientes, por lo que, llegados a este punto, no podíamos dejar de referirnos al propio concepto o idea de Dignidad humana. Para lo que podemos partir del par Esencial por la que se asocia a la idea de Elevación:


Dignidad es Elevación


Un aguilucho que acaba de romper la cáscara del huevo depositado en su nido por su águila madre, nos mostrará su dignidad en la majestuosidad de su vuelo de águila cuando abandone el nido. Como un potrillo lo exhibirá en la potencia de su galope como caballo adulto o una cabra cuando nos asombre trepando hasta las más altas cimas. Porque la Dignidad resulta de la realización del propio potencial. Y si el nuestro es la Consciencia Superior, su falta de desarrollo, equivale a la falta de madurez de un aguilucho incapaz de volar. Cuando esto ocurre por cualquier tipo de discapacidad, se puede entender, pero cuando es por propia voluntad, entonces implica despojarnos voluntariamente de los ropajes de nuestra dignidad humana, quedándonos tan desnudos como un animal, cuando no es esa nuestra condición. Siendo esta la verdadera miseria humana y que es mucho peor que la pobreza material, pues así como esta puede ser sobrevenida por circunstancias externas, aquella es siempre resultado de nuestra propia voluntad de obrar mal. ¿Qué opinas de un policía corrupto que recibe dinero de las mafias para ayudarles a eludir la justicia, facilitándoles así la comisión de todo tipo de delitos y crímenes? ¿Y de un juez corrupto que, por dinero, sea capaz de absolver a un culpable y perjudicar a sus víctimas inocentes? El primero lleva placa y viste uniforme de policía, mientras que el último viste la toga de juez. Su apariencia externa son la de un policía y un juez, como servidores de la justicia, pero sus vestimentas son sólo disfraces que ocultan la realidad de que son todo lo contrario, delincuentes de la peor condición y, por tanto, indignos de vestir uniforme o toga. Pues bien, de la misma manera, tras la apariencia humana que nos identifica a todos como seres humanos, hemos de aprender a reconocer el nivel de dignidad de cada uno en su condición de Seres Conscientes.

 

La Dignidad humana no se regala, sino que se gana por el mérito de las acciones y hechos de nuestra vida

 

La Declaración de Derechos Humanos se inicia en referencia a la Dignidad humana en su artículo 1 con las siguientes palabras: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Y, efectivamente, es cierto que todos nacemos con igual dignidad, pero la cuestión es ¿Qué hacemos en nuestra vida con ella? ¿Desarrollarla o renegar de esa dignidad? La que hemos reconocido como elevación, en cuanto a desarrollo de nuestro potencial humano de Consciencia. En la sociedad del Vacío Ético, parece asumirse como normal que todos tenemos igual dignidad, por el sólo hecho de ser personas. Pero no se puede conceder la misma a aquellos cuya bajeza moral y falta de escrúpulos daña a los demás y a su propia dignidad humana, que a los que se esfuerzan cada día por ayudar a los demás y ser mejores seres humanos. Por lo que debemos asumir que la dignidad no se regala, sino que se gana con el mérito. Asumiendo la responsabilidad de lo que significa ser humanos. Algo que se entendía mejor en el pasado, en el que el respeto a los códigos de honor y los valores propios de cada tiempo eran los que conferían dignidad. Y, aunque en ocasiones, pudieran estar equivocados en sus formas, el fondo de reconocer la importancia de superarnos a nosotros mismos para ser dignos de nuestra condición de seres humanos, sigue siendo necesaria. Pues, de lo contrario, la excesiva tolerancia hacia el fondo de bajeza o maldad de algunas personas, otorgándoles igual dignidad y derechos que a los demás, no es ningún estímulo para su autosuperación. Por lo que, en los nuevos Códigos de Deberes que puedan surgir en el presente y futuro de la humanidad, debería tomarse en cuenta este enfoque meritocrático de la dignidad humana.


    Una realidad que se encuentra en las mismas bases sobre las que se levantó la civilización occidental, primero en Grecia y luego en Roma. En la primera, por la puesta en práctica de los ideales humanos de Areté, la virtud de los griegos, también recogida y desarrollada en la Ética de Aristóteles. Mientras que la gloria de Roma se levantó desde el Estoicismo, basado en el autodominio y la sabiduría, de las que el emperador Marco Aurelio fue uno de sus mejores exponentes y cuyo ejemplo y obras están empezando a ser recuperadas y seguidas también en nuestro tiempo, en respuesta al Vacío Ético actual.