Fragmento del capítulo 5 del libro "IA, Ética, Androides y Humanidad"



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La ventaja diferencial de la Inteligencia humana

 

 

 

 

Las capacidades humanas derivadas de la Sensibilidad es un tema al que hace alusión otro famoso experimento mental, propuesto por el filósofo australiano Franck Jackson en 1982, y que también utiliza el símil de una habitación, en este caso, la “habitación de Mary”. Una supercientífica que, por algún motivo que no se explica, ha permanecido toda su vida recluida en un cuarto en blanco y negro, y recibiendo información y manteniendo su contacto con el mundo a través de una pantalla en blanco y negro. Sus estudios e investigaciones son sobre los colores, de los que lo sabe prácticamente todo, a nivel físico y como ondas, así como a nivel neurológico sobre todo lo que ocurre en el cerebro y que nos permite ver en colores. Tiene todo el conocimiento que existe sobre los colores… pero nunca los ha visto. Cuando, un día, le abren la puerta de su cuarto y sale al mundo exterior, por primera vez en su vida, puede experimentar la sensación de ver en colores. Lo que nos plantea Franck Jackson es que existe un conocimiento más allá de la acumulación de información, la lógica y la razón, que es el que esa supercientífica experimenta a nivel sensorial. Conocimientos de naturaleza subjetiva, conocidos como “qualias” que sólo se pueden adquirir a nivel sensorial, por lo que son exclusivos de los seres vivos y ajenos a las máquinas.


   Siendo así que la Consciencia no sólo se nutre de la Inteligencia, sino también de la Sensibilidad. La gran olvidada de la Ciencia de nuestro tiempo, la del materialismo científico y que, sin embargo, es la que nos ha proporcionado los mejores frutos de conocimiento, a través de la inspiración de los grandes genios de las ciencias y las artes. Desde la genialidad de Leonardo da Vinci en el Renacimiento a la del mayor genio del siglo XX, Albert Einstein, quien reconocía en la inspiración la fuente original de la que emanaba la originalidad de sus teorías, pasando por Mozart, Picasso, Pascal, Lavoisier y una infinidad de creadores que destacaron por sus capacidades de innovación y creatividad. Mientras que el que es considerado como el hombre con mayor cociente intelectual de la historia, William James Sidis, no llegó a hacer ninguna contribución notable al progreso de las ciencias, a pesar de contar con un CI estimado en 255, muy por encima de los 160 de Einstein. Como tampoco ha hecho aportaciones significativas Marilyn Vos Savant, la mujer que aparece en el libro Guinnes de los récords como la más inteligente del mundo, tras haber dado resultados de hasta 218. Y lo mismo se podría decir de otras muchas personas, excepcionalmente inteligentes, pero a las que parecía faltarles algo para alcanzar las cimas de la genialidad que distingue a las personas dotadas de inspiración. A la que el propio Einstein atribuía una importancia clave, como también Thomas Alva Edison, el mayor inventor de todos los tiempos, quien lo expresó con las siguientes palabras La genialidad es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. Sabía bien de qué hablaba cuando decía esto pues, tras el momento de inspiración que le llevó a visualizar la idea de la bombilla incandescente, fracasó miles de veces en su intento de hacerla realidad, aprendiendo de cada fracaso, pero sin perder nunca la fe en que conseguiría materializar su inspirada visión de la iluminación eléctrica que tanto mejoró nuestras vidas. De manera parecida a lo que le debió suceder con muchos de sus más célebres inventos, como las baterías de niquel-hierro, el vehículo eléctrico, el micrófono de carbón, el dictáfono o el fonógrafo. De tal manera que podemos y debemos reconocer la ventaja diferencial de capacidades humanas superiores derivadas de nuestra Sensibilidad, como la inspiración o la intuición. Un territorio todavía por explorar, con un enorme potencial de expandir las fronteras de nuestro conocimiento.


   De todo ello se deduce que la mayor ventaja diferencial de la Inteligencia y Consciencia humanas respecto de la de las máquinas, es el potencial inexplorado de nuestra Sensibilidad y las capacidades humanas superiores que nos confiere, como la de la inspiración. Un tema de la mayor importancia, que desarrollamos en el capítulo La humanidad ante el espejo. Porque, si la Consciencia solo se nutriera de la Inteligencia lógica, deberíamos admitir que la de las futuras IAG será superior a la nuestra, como un nuevo eslabón evolutivo que podría ocupar nuestro lugar en la cima de la pirámide evolutiva, como parece sugerir el físico e investigador en computación cuántica, Ignacio de la Torre en su libro Ética para máquinas. Una conclusión a la que fácilmente puede haber llegado, por su conocimiento del enorme potencial que resultará de la fusión entre la IAG y la computación cuántica. Por el contrario, si reconocemos el desarrollo de nuestro propio potencial de Sensibilidad como clave para un nuevo salto evolutivo en nuestra Consciencia, seguiríamos estando en un nivel por encima de la IAG.

 

La nueva perspectiva desde la que observar y estudiar la Consciencia tiene que ver más con sus funciones y los niveles de desarrollo que pueda alcanzar, que con sus formas o rasgos propios

 

Para entender mejor cuanto estamos planteando, y como ya hemos expuesto con anterioridad, es preciso cambiar el actual enfoque, centrado en si hay, o pueden haber, otras formas de Inteligencia, natural y/o artificial, a una nueva perspectiva basada en los niveles de Consciencia. Empezando por el nivel cero de autoorganización en los seres vivos más simples, para seguir con un primer nivel por el que las especies más evolucionadas tomaron conocimiento o consciencia del mundo exterior a través de los sentidos, conformando su propio “mapa interior” en el inconsciente colectivo de cada especie hasta el nivel de autoconsciencia que es propio de la nuestra, los seres humanos. Al que ha de seguir un tercer nivel de Consciencia, basado en el desarrollo de nuestras capacidades extrasensoriales, del que hablaremos más adelante. Y que guardan una estrecha relación con la Sensibilidad humana, el hemisferio derecho de nuestro cerebro y la mejora de sus conexiones con el izquierdo a través del cuerpo calloso.


En el capítulo dedicado a Naturaleza y esencia de la Consciencia ya adelantábamos la existencia de diferencias entre la IA y la nuestra, cuyo alcance ahora podemos empezar a comprender. Hacíamos entonces alusión a los procesos inductivos que caracterizan a la IA en comparación con los abductivos, propios del ser humano. Poniendo de relevancia que ambos están presentes en nosotros, en tanto que la IA no parece ser capaz de desarrollar este tipo de razonamiento abductivo al que se refería el escritor e informático Erik J. Larson. Y que, según este autor, nos daría ventaja sobre las máquinas. Y, en parte, puede tener razón, por los motivos ya expuestos sobre la mente intuitiva y la inspiración, generadoras de ideas innovadoras y disruptivas que van más allá de las capacidades creativas y de imaginación de la Inteligencia. Por otra parte, nuestras capacidades de ideación y razonamiento, pueden estar también influenciadas por nuestra propia percepción subjetiva, la de nuestras propias experiencias pasadas y, con frecuencia, ni siquiera recordadas, cuando las vivimos nuestra primera infancia. De forma que las ventajas de esa mente intuitiva, surgida de nuestra naturaleza sintiente y sensible, tienen su contrapartida en la subjetividad y los posibles autoengaños que nos pueda generar. Un inconveniente del que estarían liberadas las máquinas de IA, y que les puede permitir una mayor objetividad en las conclusiones de sus razonamientos. Siendo así que, una vez más, podemos tomar consciencia de la complementariedad existente entre la IA y la Inteligencia y sensibilidad humanas, cuando el potencial de nuestra mente intuitiva y sensible se completa y complementa con la mayor potencia lógica, de objetividad y precisión de la IA.



   La diferencia entre una y otra guarda también similitudes con las existentes entre el hemisferio izquierdo y el derecho de nuestro cerebro, como se pone de relevancia en los múltiples estudios y publicaciones del célebre psiquiatra y neurocientífico británico Iain McGilchrist. Pues, aunque ambos hemisferios están interrelacionados, cada uno de ellos nos ofrece una mirada o perspectiva diferente, como resalta el filósofo Jordi Pigem en su libro Conciencia o Colapso, la algorítmica del hemisferio izquierdo, como la de los algoritmos en los que se basa la Inteligencia Artificial, y la holística del derecho, por la que obtenemos una visión de conjunto. Orientándose la algorítmica hacia todo aquello que pueda reducirse a cifras y datos, desde una visión analítica y lineal de la realidad, en tanto que el holístico es mucho más integrador, conectándose directamente con la Unidad. ¿Podría ser así nuestro modelo de convivencia y cooperación con las máquinas de IA similar a la existente entre nuestros hemisferios cerebrales? Pues, así como cada uno de ellos implica una perspectiva distinta en la observación de la realidad, resultando complementarias entre sí y trabajando al unísono a través de las conexiones establecidas entre ambos, de la misma manera podría desarrollarse nuestra interacción con las máquinas de IA en un futuro próximo. Siendo muy relevantes, en este sentido, los hallazgos de McGilchrist, sobre la importancia y preponderancia del hemisferio derecho sobre el izquierdo, de la visión holística y de conjunto sobre la analítica y de detalle. Todo ello basado en las más de cinco mil referencias bibliográficas y científicas de su libro The matter with things (2021), así como su célebre The Master and His Emissary (2009) en el que se refiere al hemisferio izquierdo como el emisario y al derecho como el maestro, resaltando que, aunque el primero es indispensable, es solo un medio para el fin de la comprensión unitaria y global del último. Una explicación que bien podríamos extrapolar a las diferencias entre la Inteligencia humana y la artificial, a las que nos hemos referido con anterioridad. Y que también da explicación al porqué la Inteligencia y Consciencia humanas están llamadas a mantenerse en la cima de la pirámide evolutiva, a partir de ahora, también ayudadas por las aportaciones del formidable potencial de Inteligencia lógica y analítica de nuestra nueva compañera de viaje, la Inteligencia Artificial.

 

Las diferencias entre la Inteligencia Artificial y la humana guardan analogías con las existentes entre el hemisferio derecho e izquierdo de nuestro cerebro

 

   De tal manera que nuestra Sensibilidad, asociada al hemisferio derecho de nuestro cerebro, es nuestra gran ventaja diferencial sobre la Inteligencia Artificial. Y, mientras no seamos conscientes de esa ventaja, seguiremos temiendo y sintiéndonos vulnerables ante las máquinas de IA, en lugar de centrarnos en desarrollar un nuevo modelo de cooperación e interacción con ellas.